Integrantes de los equipos de la UNS que ganaron el Torneo Universitario Nacional 1974 (Rosario), el Torneo Universitario Sudamericano 1975 (Uruguay) y el Torneo Universitario Nacional 1976 (Córdoba) se reunieron el sábado 16 para festejar los 50 años de estos logros.
El 16 de noviembre fue un sábado de emociones, rodando con la pelota del recuerdo. Después de varias décadas, volvió a reunirse el equipo estudiantil de fútbol de la UNS que se consagró a nivel nacional y continental entre 1974 y 1977. La excusa fue el aniversario redondo: los 50 años que se cumplieron del éxito que inauguró la serie.
La cita inicial fue en el homenaje que, en Rondeau 29, les brindó la institución a la que representaron. La hora –temprano, en la mañana sabatina- no impidió que al cabo del acto surgiera el primer “dale campeón”.
–Qué lindo es volver a escucharlo- coincidieron los protagonistas del día.
Luego, en la tarde, el punto de encuentro fue el estadio de Olimpo: allí desempolvaron el talento que los llevó a la cima.
Aquella generación supo colocar a la UNS en lo más alto desde el primer título nacional universitario, que obtuvieron en Rosario en 1974. En esa cuna de cracks compartieron hotel con el Central que sería escolta del Nacional y el Metropolitano de AFA.

Meses después, en Uruguay, la sigla UNS se ubicó en la cumbre del continente: el equipo consiguió la copa sudamericana, que los campeones volvieron a tener en sus manos cincuenta años después. Como ocurría con cada anécdota y cada abrazo, la aparición del trofeo –recuperado por el área de Deportes- hizo emerger en sus rostros la mirada luminosa de los veintipocos. Cuando todo estaba por ser en sus vidas.
Ayer y hoy
El primer reencuentro fue por WhatsApp, ante la proximidad del aniversario. Durante varias semanas hubo intercambios de fotos, recuerdos y recortes. Luego se fijó la fecha: el 16 de noviembre, sábado de fin de semana largo, podrían coincidir en Bahía Blanca.
En el Centro Histórico Cultural, ante familiares y amigos, fueron homenajeados institucionalmente. El rector Daniel Vega y el subsecretario de Desarrollo Estudiantil, Julián Herlein, coincidieron en destacar la importancia de aquellas gestas en la historia de la UNS.
Además, ambos funcionarios ubicaron a esa generación como un antecedente nítido del concepto que pretende recuperar y fortalecer el programa de Doble Carrera de la Secretaría General de Bienestar Universitario: la práctica deportiva como parte integral de la formación académica, en el desarrollo de habilidades blandas como el trabajo en equipo y el manejo del éxito y la frustración.
Los archivos certifican la percepción actual. En febrero de 1975, cuando ya habían obtenido el primer torneo nacional y el sudamericano, la UNS emitió una resolución por la que dispuso un agasajo para los integrantes del grupo. En ese documento puede leerse que el “resonante triunfo” continental era para la Universidad “un incentivo para seguir trabajando tesoneramente en pro de mayores concreciones a fin de posibilitar la formación integral de los estudiantes”.
En ese plano, los campeones recordaron a Osvaldo Habib como figura indispensable del palmarés: como coordinador institucional, recordaron, trabajó para facilitarles los medios para concurrir a las competencias. Por eso su nombre figura junto al de los tres planteles completos en la placa conmemorativa que la UNS emplazó en Rondeau 29.

El listado incluye a quienes ya no están en este plano, pero sí en la memoria. Un caso es especial: el puntero derecho Carlos Rivada permanece desaparecido desde que la dictadura lo secuestró en 1977.
Un Cacho de historia
El mentor futbolístico del equipo, también presente el sábado 16, fue Vicente Cayetano Rodríguez. “Cacho” trabajó en los almacenes de la UNS y comenzó en la institución su carrera como entrenador, que lo llevó a ser partícipe de la primera estrella albiceleste: integró el cuerpo técnico de César Menotti en 1978.

Después del sudamericano de 1975, el grupo continuó cosechando experiencias detrás de una pelota y también fue partícipe de una experiencia ecuménica.
Sin “Cacho” en el banco, en 1976 la UNS representó al país en el Mundial de fútbol universitario que -como el sudamericano del año anterior- tuvo por sede a Uruguay. Aquella ilusión no pudo cristalizarse. El clima húmedo y caluroso de Paysandú conspiró contra el talento argentino, e hizo prevalecer la mayor condición física de sus rivales.
Pero en seguida llegó la revancha: con Juan Carlos Zapata –otra gloria del fútbol liguista- como entrenador, la UNS volvió a consagrarse a nivel nacional en 1977. El certamen tuvo varios condimentos. Uno de ellos se dio en semifinales, cuando el conjunto bahiense dejó en el camino a los locales de Córdoba, una plaza fuerte tanto a nivel universitario como futbolístico. La llave se resolvió por penales. Este es el momento en que el arquero Néstor Bonifazi, con una gorra prestada por el público para enfrentar el sol cordobés, desviaba uno de los remates.

Por la camiseta
Aquel triunfo épico coronó la serie de festejos de una generación inolvidable. En la tarde del sábado se dieron el gusto de volver a pisar un terreno de juego: nada menos que el de la cancha de Olimpo, para una hora de partido.
Nadie prestó mucha atención al resultado final, porque desde el verde sobresalían las ganas y las emociones. Conforme pasaban los minutos, emergían también las viejas virtudes: los pases a un toque, la visión de juego, la ubicación en la cancha, el predicamento de quienes ordenaban defensa u orquestaban ataques.
La tribuna del Roberto Carminatti que da a la avenida Colón estaba poblada por sus familias.
–¿Cuál es el equipo del abuelo?- se escuchó preguntar más de una vez, en general desde voces de metro y medio.
La respuesta, en 2024 o 1974, siempre es fácil: el que tiene la camiseta de la UNS.
