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Ideó un centro oncológico innovador, dedicado a su mamá

“Arquitectura para sanar” se llama el trabajo final con el que Antonella Soliani culminó su carrera. Con espacios para prácticas alternativas como yoga o cerámica, lo diseñó pensando en su mamá, que atravesó una larga enfermedad, en las miles de víctimas anuales y en la importancia de la salud mental.

“La arquitectura sanitaria debe ser rigurosa pero también humana. En general, los hospitales cumplen con los aspectos técnicos, pero han ignorado al paciente. Son cerrados en sí mismos, por eso creo que hay que repensar los espacios de la salud, incluyendo lo mental y emocional”, dice Antonella Soliani en su trabajo final para Arquitectura. Es una propuesta inédita sobre un centro de día especial, donde se brinda diagnóstico y tratamiento ambulatorio a pacientes con cáncer.

Antonella se recibió en febrero, pero decidió dar a conocer ahora en sus redes el Centro Integral Oncológico, que contempla espacios para las prácticas médicas, como tomografías y quimioterapia, conjugando con sectores para atención psicológica, gimnasia, yoga y meditación, y talleres artísticos, musicoperapia, sala de lectura, de belleza, de oración y cafetería.

Su idea es innovadora por la construcción pensada para conjugar aspectos clínicos y de tratamiento con actividades no tradicionales de contención que ayuden a la recuperación. “Es un centro de salud pensado desde el enfermo”.

“Un edificio de salud bien diseñado tiene un impacto positivo en los pacientes y en quienes los acompañan, para minimizar el estress de la enfermedad, que requiere de tratamientos que son ambulatorios pero prolongados en el tiempo. A menudo se atraviesan emociones negativas que las prácticas complementarias ayudan a superar”, contó.

Si bien entrevistó a pacientes y a oncólogos e investigó sobre la temática, sabe por experiencia propia que buscar la sanación requiere de aspectos no contemplados habitualmente y que sería de gran ayuda que estén en el mismo lugar, donde conocen por lo que está atravesando cada uno.

“Mi mamá hizo de todo por sanar y estar bien. Además de los tratamientos tradicionales, se apoyó en reiki, cuencos, charlas. Ella vivió más de lo que los médicos predecían”. Actualmente, una de cada seis muertes en el mundo es por algún tipo cáncer. 

“Por eso una de las partes fundamentales dentro del Centro son los espacios de apoyo que acompañan al paciente de forma no estrictamente médica, pero que sin dudas mejora el proceso de tratamiento y la asimilación de la enfermedad. Tanto para ellos como para las personas que lo rodean, familiares y amigos, que son el sostén y también atraviesan vivencian ese proceso”, explicó.

“Arquitectura para sanar” es un edificio de tres pisos, divididos por sectores como tomografía, ecografía, resonancia, mamografía; otro con biblioteca, auditorio y aulas para clases a estudiantes de Medicina; uno destinado al sector de quimioterapia, enfermería, radioterapia y farmacia; otro con guardería, administración y cafetería y secciones para talleres, gimnasio, yoga y psicología.

En el diseño prevalece la luz natural, con patios internos y vegetación, y vistas a estos y a las calles aledañas desde todos los sectores, con ventilación, colores naturales en las paredes, priorizando la madera como elemento y el mobiliario cómodo. Por un lado, las prácticas médicas y otro, el sector de apoyo.

 “La luz natural regula el ritmo circadiano, ayuda a ubicar al paciente que sufre desorientación y fatiga. La arquitectura influye en la recuperación, en el bienestar emocional, debe ser una herramienta de transformación social. Los espacios de salud deben ir más allá de su función práctica y contribuir al bienestar colectivo, promoviendo la interacción, la inclusión y el sentido de pertenencia”, expuso.

“Las pacientes que entrevisté me dieron ideas sobre aspectos que no suelen tenerse en cuenta, para ayudar a verse mejor por la pérdida de cabello, cejas y pestañas, y la necesidad de rezar, por ejemplo”, agregó.

Según explicó el profesor Andrés Moroni, tutor de su trabajo, “la búsqueda de integración, con la desmitificación de determinados temas es un hilo que ha conducido el desarrollo del proyecto”.

“El edificio, además de resolver temas específicos desde su función sanitaria, intenta integrarse desde lo morfológico con su contexto inmediato y generar calidad espacial, acentuando su relación visual con el entorno”, definió.

Antonella admitió que “fue un gran desafío investigar este tipo de edificios, tanto en lo que respecta a funcionamiento, como a materiales, instalaciones y requerimientos técnicos específicos. En los entornos de salud el paciente está vulnerable y todo lo que ayude desde la arquitectura a su bienestar, aporta lo esencial de la profesión”. Ella nació en Trelew hace 30 años. Estudió Arquitectura en la UNS y recibió su diploma en febrero. Temporalmente en España, retornará a Bahía. Su mamá falleció cuando ella terminó el secundario.

La idea de la tesis surgió al momento de elegir el tema: “no lo pensé antes, pero hacerlo me marcó profundamente y está dedicado a mi más grande ejemplo, mi mamá Miryam”, expuso en su tesis como conclusión.

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